El nuevo año ha comenzado: brindamos, cenamos, reímos, convivimos… incluso bailamos. Pero hay una costumbre que nunca falla: los propósitos de Año Nuevo. Justo en el brindis, todos lanzamos frases como «¡Este año es mi año!», «Voy a hacer tal cosa», «Esta vez sí que sí»… pero seamos honestos: ¿cuántas de esas promesas realmente cumplimos?
La realidad es que hacer planes grandilocuentes sin una base sólida termina siendo un error que nos pasa factura. Porque, como dice el dicho, «más rápido cae un hablador que un cojo».
Lo que no deberías decir (a menos que vayas en serio)
Frases típicas como estas suenan bien en el momento, pero muchas veces se quedan solo en palabras:
Este año sí me pongo a dieta.
Ahora sí cumplo todos mis propósitos.
Este año pago todas mis deudas.
¡Este es mi año! Haré mucho ejercicio.
Y ni hablar de los brindis llenos de palabras bonitas, donde se habla de amor, solidaridad y valores… que en cuanto la vida aprieta, se nos olvidan en cinco minutos.
¿Entonces, qué hacer para comenzar bien el año?
Deja atrás las promesas vacías. Comenzar bien un año implica actuar más y hablar menos. En vez de decir que vas a lograr todo, traza metas alcanzables. No necesitas gritárselo al mundo. A veces, un simple:
«Felicidades por este nuevo año. Te deseo amor, salud y prosperidad»
vale mucho más que una lista de cosas que no harás.
Un consejo práctico: escríbelo para ti
Toma papel y bolígrafo, y anota tus verdaderos propósitos. No los que suenan bien en redes, sino los que realmente quieres cumplir. Guárdalos y revísalos cada mes. Ponte metas realistas y marca las que logres. Verás que la satisfacción de tacharlas es mejor que cualquier brindis falso.
Para que este sea tu año… empieza con los pies en la tierra
Como dice el refrán:
“Uno pone, Dios dispone… llega el diablo y todo lo descompone.”
No sabotees tus propios planes. Empieza con intención, con compromiso, con acción. No necesitas anunciarlo a los cuatro vientos, necesitas vivirlo.