«La Teoría Prohibida del Tornillo y la Tuerca»

tornillos violan tuercas

En un mundo donde el hierro tiene ideología y las ferreterías son campos de batalla identitaria, surgió la frase que incendió más tuits que una llave inglesa oxidada:
“Los tornillos violan a las tuercas.”

Un torbellino de metáfora y polémica, donde cada vuelta de rosca parecía un manifiesto, y cada tuerca gritaba en silencio: “¡Déjame elegir el diámetro de mi deseo!”

Los estantes ya no eran inocentes. En las ferreterías europeas, se exigía que tornillos y tuercas estuvieran separados, no por métrica… sino por consentimiento.
Las arandelas, testigos mudas de años de opresión mecánica, comenzaron a organizar asambleas.
—¡Ni una rosca más sin consentimiento! —decían, mientras los destornilladores miraban incómodos.

Pero el tornillo viejo del fondo, ese que una vez sujetó la viga de un puente, murmuró:
—Yo no violé, yo me ensamblé… Y ella lo pidió con cada vuelta.

¿Fábula? ¿Bulo? ¿O simplemente una metáfora demasiado bien engrasada para este mundo oxidado?

Sea como sea, el taller ya no es el mismo. Las tuercas exigen respeto, y los tornillos… bueno, algunos todavía giran en sentido contrario.